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Después

viernes, 26 de noviembre de 2010


Es otra
acaso es otra
la que va recobrando
su pelo su vestido su manera
la que ahora retoma
su vertical
su peso
y después de sesiones lujuriosas y tiernas
se sale por la puerta entera y pura
y no busca saber
no necesita
y no quiere saber
nada de nadie.

(Ilustración Alicia Varela)

Los zombies del parque

lunes, 18 de octubre de 2010

Estoy lejos. No aguanto sin escribir algunas líneas dedicadas a las pocas personas que entran a este sitio. Mis tres seguidores, que conozco solo de oídas y que son, según yo, escritores del norte de México. A esa dibujante maravillosa que me comenta en ocasiones. No sé cómo llegaron a este espacio que nunca tuvo otra intención más que la de dialogar con mi amiga Lara y mi amigo Güero. Esos dos vagabundos que tanto extraño acá conmigo. Que mostrara algo de nuestra situación en México, lamentable, quizá una ficción más acorde con nuestra imaginación. Más a la altura de nuestra necesidad de escape. Lara, Güero ¿qué estarán haciendo en estos momentos? Ha llegado el otoño a aquella ciudad limitada. Estarán más contentos de caminar por Casa Blanca como cuando éramos niños. Lara en tu trabajo de servir a borrachos con dinero. Güero, con esa mirada perdida siempre y esperando que algo suceda como un acto de magia. Nada pasará Güero. Nada pasa.
Yo estoy como entumida, como un libro mojado. Mi padre dice que de aquí nos iremos todavía más al sur. Yo no sé Güero, pero mi padre es como tú. Camina, acepta lo que le viene sin quejarse. Hace planes pero es más un títere del destino. Si es que existe ese trazo que algunos llaman destino. Estas últimas semanas he estado mejor. El mar cerca siempre me ha caído muy bien. Qué les puedo decir, que todos los días escribo su nombre en la playa. Que tarde o temprano nos veremos, adultos y cansados. Hablaremos de libros y música. De lo que ha pasado, o no, con nuestras vidas. Espero me perdonen. Mi ego es animal extraño. No me permite sufrir ni emocionarme más de la cuenta. Al menos no cuando sé que soy transitoria. Cuando sé que soy una historieta sin argumento.
Les quiero. Seguiré escribiendo de vez en cuando aquí pero sin apegos. No soy, como ya lo saben, muy buena para entrar a la red.
PD: Me dijo un tipo de Colombia que podría publicar mi libro de cuentos. Esos donde ustedes son los protagonistas. Estoy entre Casa blanca o Los zombies del parque. ¿Cuál les gusta más?

Mensajes

sábado, 7 de agosto de 2010

Nada mejor que una novela de intrigas provincianas con un toque paranormal para perderse en las tardes de verano.

Se vende cuerno

miércoles, 14 de julio de 2010


Me llega un mensajito de Mari. Me dice que el Güero está platicando con su ex en una masetera de la plaza mayor. No soy celosa pero que madre. Pinche Güero.

Yo estoy por llegar. Hay una kermés que en esta ciudad no puede dejar de ser de pueblo. Muchos niños con globos, algodón de azúcar, frituras. Música grabada de organillero o puestos que ponen esas flautitas andinas que tanto me molestan.

Voy guapa. Con el pelo relamido, una blusa amarilla y mis mejores faldas negras. Sé que voy guapa porque lo compruebo en la mirada de los chicos y no tan chicos. Ahorita que me vea el Güero con su cara de chamaco encandilado, pienso, no se la acabará.

Desde que llego a la plaza mayor veo al Güero platicando con esa. Me da un coraje extraño que me impulsa a ir donde ellos.

Cuando me planto frente a ese par de idiotas que sonríen, tal vez rememoran viejos tiempos, ellos reaccionan abriendo los ojos en un síntoma de pequeño escándalo de kermés de pueblo. El Güero, para que me hago, no se ve tan nervioso, lo que me da más coraje. Pero la tipa sí, se pone roja, verde, azul.

Hola me dice el Güero, te presento a Glori. La tipa me estira la mano y yo salgo de allí humillada, no sé por qué. No sé que esperaba, de qué forma imaginé que actuaría el Güero. No sé. Pensé que dejaría a la vieja allí, sin más.

El Güero me persigue por la plaza de armas, gritando: ¡Miranda, espera, no seas loca! Comienzo a divertirme.

Me escabullo dentro de un puesto de garnachas y él se pasa de largo. Estoy como niña de pueblo en una kermés, divertidísima.

Cuando salgo no encuentro al Güero por ningún lado. A quien encuentro es a Mari con su pequeño Virgilio. Pinche Mira, me dice, vi que le dejaste tendida la mano a esa vieja y saliste huyendo. Reímos como un par de locas en la kermés de un pueblo. Más al rato el Güero me encontrará, pienso.

Ya el alcalde comienza con su extraño discurso. Entiendo la palabra Sonora, fiesta y revolución. Después se escuchan detonaciones que causan el tropel de miles de pichones que se cagan en la gente.

Todos corremos como animales en estampida. Algunos niños y personas son pisoteados por la turba. De lejos miro al Güero que camina a paso distinto de la gente apurada. Se le ve nervioso. Cuando me ve me hace la señal negativa con la cabeza. Me acerco, Mari ya está del otro lado de la plaza, a salvo.

El Güero me toma de la mano con fuerza. Suda a chorros. Me encontré algo, me dice. Noto el bulto en su espalda que detiene con la mano derecha. Espera, qué pasa. Le digo. Tenemos que salir de aquí, responde.

La gente está como loca. El Güero me dice que tenemos que saltar la barda de una casa y subir al techo. Dime qué pasa, le imploro. Nada, que me he encontrado una AK-47, me dice.¿Qué? Sí, aquí la traigo. Ya sé a quién se la voy a vender. Tengo que esconderla. Sabes qué, mejor espérame en tu casa. Al rato te caigo allí.
Me suelta de la mano y sale como loco, brincando bardas.

Camino a casa la policía tiene a dos sujetos detenidos en la plaza. El alboroto es mayor. Hay heridos que atiende la cruz roja.
Me pregunto ¿El Güero es sicario?

Son las nueve de la noche. Estoy preocupada. El Güero me llama y me dice que todo está bien. Que guardó el arma de asalto en el tinaco de una casa abandonada. ¿Eres sicario? Le pregunto. ¿Qué? Si lo fuera tuviéramos para ir al cine y el mar sin complicaciones. Me encontré el cuerno de chivo cuando te buscaba. Subí al tejaban de una casa para ver panorámicamente entre la muchedumbre y allí estaba. No lo pensé y me lo escondí dentro de la guayabera. ¿Cómo crees? Me dijo.

¿Dónde estás ahora?, le digo. En mi casa. Pregunta a tu hermano quién nos puede comprar el cuerno. Se me rajó el otro cliente.

Próximo bus a Bahía de Kino

sábado, 15 de mayo de 2010

Quiero ir al mar. Recuerdo a una chica que la daba asco: “agua sucia e inquietante” eran los únicos adjetivos con los que aquella tipa llenaba su mar.

Tengo mucho sin ir. Era otro el continente. Una latitud donde se cocinan peces enormes en la orilla de la playa.

Mosquitos y un clima que parecía la calcomanía de la nada pegosteada en mi rostro eran lo de menos. Ver los ojos inmensos de niños africanos y el color turquesa de aquel océano me resultaba alucinante.

Mientras escribo pienso en el último pago que me han hecho por cuidar perros cuya existencia tiene más confort que la mía. Aunque ellos no lo saben.

Pienso: Ya no trabajo. Tengo que pagar renta, luz, agua… Tengo que ahorrar algún dinero para comprar bisutería y revenderla en alguna plaza de esta ciudad que me toca.

Pienso lo necesario que son ciertas cosas para mí: Dar un paseo de vez en vez en bicicleta. Mirar la lontananza desde la ventana de algún autobús. Practicar box con mi sombra. Mirar películas de países extraños. Escuchar música ligera mirando el bamboleo de algún árbol. Ir al mar.

Pienso que ir al mar me vendría mejor que pagar mis cuentas. Pienso que lo mejor que me podría pasar en este instante sería dejar de escribir mi tesis e ir a tomar el próximo bus que salga a Bahía de Kino.

curva

miércoles, 5 de mayo de 2010
Un tipo llora. Cruza la carretera sin fijarse. El coche que corría rápido la curva frena a unos centímetros de él. El tipo intenta una sonrisa pero la mueca de dolor la destroza. Por un instante que parece un día te mira a los ojos. Lo persigue una chica de cabello hasta la cintura. Güera. Parece una muñeca amanecida. La mirada se emborrona de nuevo. Es de día pero ellos parecen dos de noche. Sin querer has activado el limpiaparabrisas. Después seguramente pasará otra cosa. Cruzan las rocas y se pierden entre las vías del tren. Esa curva es igual a la costura del bolsillo de tu pantalón y siempre hay cosas inesperadas ahí dentro.

De funerales y niños

lunes, 15 de febrero de 2010

Un tema: los funerales. En la capilla donde se vela el cuerpo todo es sobriedad. Lo único que rompe el silencio son los niños que juegan. Los niños, pase lo que pase, siempre juegan. También la risa desparpajada de mi amiga, de mi querida amiga Karova, rompe la solemnidad de la funeraria, ese lugar límbico donde la gente bebe café y se da de palmadas recordando en vida a la persona tendida, expuesta.
No me gustan los funerales. Los evito. Sin embargo esta vez me fue imposible. Se trataba de Minerva, la madre de mi gran amiga Karova. Esa señora que en su boda tuvo que parar balas con la mano derecha. Esa mujer que atendía perros como cuidar minas de diamantes.
Lo más duro en los funerales es el entierro. Si algo evito son los panteones y los lugares donde la gente come alitas de pollo. En los panteones la gente llora como si se les rasgara el alma con el llanto. Ese terrible mantra hace que algo dentro de mí también se desmorone. Pero luego dejo de pensar en mí. Mi amiga Karova huye del lugar y voy tras ella. Nos bebemos una cerveza fría de un solo trago. Ella me cuenta que su hermano en la cárcel esperaba a su madre con un ramo de rosas con motivo del 14 de febrero, el día de los enamorados. Pero bueno, resultó otro el significado de aquellas rosas. Uno agrio que causó que a mi amiga se le rasgara el alma, y a mí también un poco al sentirla tan triste.
De lejos escucho al capellán decir que el alma de la difunta desea estar cerca de Dios como los venados desean estar cerca del río. No creo en Dios pero me resulta agradable la comparación. Mi madre aún vive. Yo me moriría si observara que la entierran como a una semilla que no dará planta. Pienso que Karova es una chingona, una mujer fuera de serie. Después de llorar, como nunca la había visto, bromea y me muestra desde su i-fone un video donde memito, su perrito chihuahua, viola el brazo de Minerva. Su madre ríe en el video observando el patético movimiento de memito. La madre de mi amiga ríe en el video al igual que sus nietos lo hacían en medio del dolor de los adultos en duelo. Las carcajadas de esos niños que juegaban pisoteado flores y tumbas son un ejemplo audaz, preciso, para entender que la vida sigue. Nadie sabe hacia dónde, pero la vida va.

la balada de los descerebrados

lunes, 1 de febrero de 2010

Mi novio flirtea en la taquilla. Yo estoy comiendo palomitas en la entrada del cine mirando su sonrisa pícara. Hago mucho ruido cuando como palomitas. Entramos a ver away we go, la última de Sam Mendes. En una escena la protagonista pregunta a su pareja si ambos serán unos fracasados. Yo lo volteo a ver a él. Él, sin quitar la mirada de la peli, se lleva un puño de palomitas a la boca, mueve las pupilas como búho hasta hacerlas coincidir con las mías, y luego las regresa a la pantalla. Reímos. Sabemos que nosotros sí lo somos y no nos importa. Al salir del cine el cielo es rosa y nos dan ganas de ir por la carretera hasta el infinito. Subimos al auto y llegamos a un pueblito cerca de la ciudad. Es un alivio vivir al margen del día, al margen de las ocupaciones, de las oficinas. Ambos estamos desempleados (porque en realidad sí somos unos fracasados). Es provisional esto de no tener trabajo, supongo, y cuando hay para el cine y gasolina, es también muy agradable. Bajo un árbol vemos como cae la tarde mientras hacemos cuentas dibujando con palitos en la tierra. Contamos los que murieron en nuestro norte este fin de semana. Brutal, decimos, y sorbemos la cerveza. Contamos el dinero que nos queda. Contamos hace cuanto tiempo no teníamos un día así de bueno. Después lo borramos todo y dibujamos pornografía. De regreso la noche se nos mete al auto y en la radio cantan los fantasmas de la estática: los dos estamos idos de la mente /andamos como locos /por el mundo perdidos.

Adopta un sicario

martes, 5 de enero de 2010

Adopta un sicario. Éste sería el eslogan para mi A.C., suponiendo que algún día iniciara yo una A.C. En la ciudad en la que vivo, y me temo que en el país entero, los chavos de entre siete y catorce años sueñan con ser el asesino más peligroso. Los fines de semana suenan bandas norteñas toda la noche. Suenan cuernos de chivo. Me temo que uno de los gatillos es activado por mi hermano. Aquí, en mi casa, un poco alejada de todo, me llega el rumor del escándalo. Los grillos alpinistas, la persistente gotera en la tubería del baño, el reloj pulsera que me regaló una amiga, son artefactos que me van salvando del horror que envuelve la noche.

Bas Jan Ader time

lunes, 4 de enero de 2010

la tarde del perro diminuto que se alargaba

domingo, 3 de enero de 2010
Miro videos idiotas. Como un bocadillo. La cama se llena de migas de ese pan que viene ya tostado. Las migas pican en las piernas. Mientras me sacudo los muslos observo que alguien pasea por fuera de la habitación. Su sombra se alarga en la persiana.

El video que comienza no tiene audio. La sombra se acorta pegadita a mi ventana y se mueve como si me buscara. En el video un tipo está muy triste. A mí me da por reír cuando la gente está muy triste, no es por crueldad, una vez el doctor dijo que mis neuronas espejo funcionaban mal.

El de afuera se estremece por la carcajada. El del video no puede hablar. Yo no puedo levantarme a abrir la puerta porque estoy en una isla de migas que me pican las piernas.

El del video llora. La sombra se alarga a la distancia. La mano de la sombra se alarga más hasta convertirse en un lazo que acaba en el cuello de un diminuto perro que también ha comenzado a alargarse. Miro desde la isla de migas como se desvanecen en el parque.